lunes, 19 de noviembre de 2012

A manera de entrada...






A manera de entrada, les dejo,  muchachos, una parte de la reflexión del profesor Fernando Vázquez. -A quien no conozco personalmente, pero admiro mucho-. Él concentra en unos párrafos mucha sabiduría. Espero que les sea útil. Escogí estas líneas para empezar con el pie derecho y acompañado por la luz del profesor Vázquez. Así, sin más preámbulo:


     "Una segunda tarea de la educación superior corresponde al campo de la escritura. Otra competencia, otro saber hacer esencial para todo maestro. En este caso me refiero a esa tecnología de la mente que permite disociar el sujeto, ver afuera el armazón de nuestro pensamiento, potenciar la historia, jalonar el análisis y traspasar las fronteras del tiempo y el espacio. Hablo de la escritura como una herramienta semejante al arado o a la rueda, un útil que no sólo propició la civilización sino que generó y sigue sosteniendo formas de poder, de propiedad, de verdad.

Digamos, para evitar malos entendidos, que cuando aquí hablo de escritura no me refiero a mejorar la redacción. La escritura es un proceso tanto o más complejo que la lectura: en él intervienen las ideas, los procesos de pensamiento de mayor complejidad; más que una serie de reglas gramaticales, la escritura es un proceso cognitivo fundado en la abstracción, la subordinación y la invención. Escribir está más del lado de la lógica que de la gramática. La redacción es apenas una etapa de la escritura pero no es la fundamental. Quien aprende a escribir desarrolla un pensamiento no circular, no situacional, no repetitivo, no formulario. Precisamente, es a propiciar, fomentar y desarrollar ese otro pensamiento que comporta la escritura al que las entidades de educación superior deben comprometerse.

Sobra decir que son también múltiples las formas del escribir. Desde la escritura expositiva o la escritura argumentativa hasta la escritura expresiva y de ficción. Pero más allá de los géneros, lo que me interesa recalcar es el valor de la escritura para construir realidades de segundo orden, mundos posibles, entidades de pensamiento capaces de iluminar o catapultar esperanzas, sueños, ideales. Quien escribe coloca por un momento su accionar inmediato entre paréntesis. Lo ve, lo reflexiona, lo evalúa. Y al tener como espejo a la escritura, puede cambiar, modificar, mejorar, desarrollar sus actos o sus palabras. Pero, además, cuando escribimos incorporamos al mundo seres nuevos: ahora no es la biología la única que engendra, sino también nuestra imaginación. Al escribir completamos la tradición; nos atrevemos a corregir, modificar, superar los condicionantes que nos fueron impuestos como especie. Con la escritura superamos la condición de criaturas para convertirnos en creadores.

Otro aspecto por el cual la escritura tiene que ser asumida en serio por la educación superior, y particularmente por los educadores, apunta a buscar que la práctica docente sea algo más que un oficio de oralidad, lleno de activismo sin norte y muy pegado a servir de réplica de las voces de otros. La escritura puede ser el yunque a través del cual se forje en serio la profesión de ser maestro. Desde el inicial ejercicio autobiográfico, en donde cada educador puede caer en la cuenta de las marcas o los secretos hilos que lo llevaron a ser maestro, hasta la escritura continua en los diarios de campo o en los registros de clase, para tratar de hacer inteligible la tarea cotidiana de enseñar tan repleta de improvisaciones como de azarosos resultados. Si se aprende a escribir y se escribe sobre la práctica, muy seguramente descubriremos puntos de referencia para elaborar mapas sobre nuestra profesión más apropiados, más precisos, menos hijos del "a ver qué resulta".

Cabría decir, además, que la escritura puede ayudarnos  a dejar de ser meros consumidores de información para empezar a ser productores de conocimiento. Y dado que a la educación superior le corresponde mover los engranajes del pensamiento crítico, de la reflexión, entonces la estrategia de la escritura es idónea para superar el oralismo pasivo, el parloteo sin fundamento, y la opinión apenas pegada a nuestra más inmediata. Entreveo en el aprender a escribir una de las estrategias para permitirnos sortear el vado del subdesarrollo.

Por las razones expuestas, considero que tanto la lectura como la escritura son compromisos insoslayables de la educación superior. Agreguemos para finalizar que dicha tarea no sólo compete a la enseñanza sino a la investigación. Los programas, especialmente de posgrado, necesitan consolidarse en líneas sobre estas temáticas que vayan analizando y haciéndonos más legibles tales problemas. si de veras indagamos sobre la lectura y la escritura descubriremos que muchos de los problemas de aprendizaje, de convivencia, de desarrollo humano, dependen de estas dos competencias. Y, por supuestos, de la manera como los maestros las enseñan."




Tomado de: Educar con maestría. (2007). Vázquez, F. Universidad de la Salle. Bogotá

1 comentario:

  1. Ahora que si le dediqué el tiempo para leer, está interesante el fragmento expuesto en este artículo. Dado que me gustó, lo tomaré y fragmentaré para mi uso personal y actividad virtual

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